El Mundo Today

2012/04/25

Edible Animals V: Hamburguesa de mamut lanudo


El Sagrado Corazón de Jesús reinará en España o no, pero el que sin duda no reina desde el 19 de abril, o reina sólo de iure, es Juan Carlos I. Como sabe cualquier estudiante de Historia I, un tipo que tiene que disculparse ante la plebe por cazar un elefante en un coto de Botsuana ni es Rey ni es soberano ni tiene majestad ni nada. Sin salir de Botsuana, el que nunca ha tenido un triste elefante que echarse a la escopeta es un mindundi. De hecho en Botsuana matan elefantes hasta los mindundis, porque para ellos un elefante no es más que una vaca con el coño un poco más grande. Claro, joder, para que a los dos años de gestación quepa por él el elefantito o elefantita; y a todo esto, ¿por qué no hay elefanterías como hay vaquerías? El dictamen de la elefantepedia es tajante:


Las pruebas de ADN han demostrado sin lugar a dudas que [vacas y cerdos] están, de hecho, relacionados con los elefantes.

¿Será el elefante un animal prohibido como el cerdo en Arabia? O sagrado, como las vacas en la antigua India. En su cuento Killing an Elephant el gran Orwell narra cómo una vez, en la India, tuvo que matar a un elefante porque le obligó a ello la presión social que esperaba de él, representante de la Autoridad, el acto que la demuestra de forma suprema: impartir la muerte; mejor si es con un arma tecnológicamente superior. Pero eso era antes. Hoy la presión social te obliga a demostrar, no sólo que careces de cualquier forma de autoridad, sino además que ni siquiera te puedes permitir matar una vaca grande de las que en Botsuana se dan como los ciervos en España. La presión social es una asquerosa resentida que rabia de envidia, porque en el fondo lo que le gustaría es estar cazando elefantes a mansalva; y como no puede, dice eso tan español de “follamos todos o la puta al río”. La presión social, es decir la plebe, sólo tolera a un Rey a condición de que no lo sea, de expoliarle su realeza, reducirlo a una condición bufonesca, como si todo un descendiente de Jesucristo estuviera ahí para su hueveo.
Los elefantes descienden del mammuthus primigenius, no, son primos suyos; y si yo fuera Rey de España --o tal vez debería decir “cuando sea” porque desciendo del mono igual que Cristo y que Juan Carlos I--, adoptaría varias medidas inaplazables (huelga decir que sería Monarca absoluto, pues menos que eso ya no es Monarquía): una, llevarme la Corte a Marivent y fijar la capital en Mallorca. Felipe II la puso en Madrid para cazar osos, pero como ya no los hay, mejor aislarse de la plebe. Habría que cambiar el Art. 5 de la Constitución, pero total, para el caso que le hacen a la pobre, empezando por el Tribunal Constitucional, no creo que nadie se molestara. De paso cambiaría también el 2. Total, la plebe, es decir el Pueblo soberano, ni se da cuenta.
El motivo, por si no es evidente, sería evitar atentados contra mi augusta Persona, o al menos forzar que dichos atentados fueran suicidas. También prohibiría la cerveza sin alcohol. Si el motivo no les parece evidente, supongo que serán gentecilla de la que llama hamburguesa a esas aberraciones de soja que contra toda lógica pretenden exportarnos las argentinas y los argentinos (también prohibiría los sujetadores con almohadillas).
La mejor hamburguesa es la de mamut lanudo o, en ausencia de un microondas suficientemente grande para descongelarlo, elefante. ¿Por qué no habrá granjas de elefantes en África? ¿Será por motivos religiosos? Seguro. Nos decimos racionales pero casi todas nuestras decisiones y elecciones las dicta la irracionalidad. Fue el instinto quien nos dijo que, si no abandonábamos las copas de los árboles, la sequía nos mataría de sed; y que, si no adoptábamos una posición erecta para divisar al león sobre la maleza de la sabana con tiempo para volver temporalmente al árbol, aquél nos devoraría, jugando un rato con nosotros antes de asestarnos el zarpazo de gracia.
Los elefantes tuvieron la suerte de asistir a nuestra evolución. Al ser tan buenos mozos y poseer tan buena memoria, nos vieron venir de lejos en plan “huyuyuy, qué pinta más chunga traen estos monos erectos recién bajados del árbol”. Desarrollaron estrategias defensivas contra nuestras evidentes intenciones de hacérnoslos vuelta y vuelta. Así que no pudimos exterminarlos. No en vano nuestras entrañables patas delanteras se nos habían vuelto manos con las que no sabíamos qué hacer. Y cuando uno no sabe qué hacer con las manos, corre riesgo de embarcarlas en las empresas más peregrinas: cortarse las uñas, tallar un hacha bifaz de sílex, fumar en pipa, afeitarse, masturbarse como un mono, hurgarse la nariz, arrojar lanzas, hacer vino de Rioja, escribir Edipo Rey, conquistar Mesopotamia, resolver sudokus, adquirir acciones de YPF, jugar al ajedrez, votar al centro-derecha. Todo esto desarrolla peligrosamente el pensamiento abstracto, exigiendo un desarrollo en consecuencia de nuestro simiesco cerebro. Para ello necesitábamos desesperadamente aportar proteínas. Véanse, si no, las ovejas, que siguieron comiendo hierba y ahí se han quedado. Hace diez millones decían be y ahora como mucho alguna dice ba, patrás envede palante. En cambio nosotros antes estábamos todo el día pelando bananas o pelándonosla como micos y ahora hasta tenemos lenguas para pelar la pava por Facebook y recuperar el contacto con los compañeros del instituto, con lo que nos costó librarnos de ellos.
Los elefantes nos conocían bien, se acordaban de nosotros y de nuestras madres, sobre todo las elefantas botsuanas, que son muy perras. Pero con el mamut lanudo fue distinto. El mamut lanudo no nos vio venir desde África con hambre atrasada. Eran unos mamuts lanudos muy ingenuos, noblotes, buenos chicos que hasta se acercaban a que les acariciáramos la lana como si los hubiera dibujado Disney. Así desaparecieron todos, del primero al último, por agujeros como el que usted y yo tenemos bajo las narices.
Ahora vamos a clonar al mamut lanudo a partir de unos pocos congelados que han aparecido en Siberia entre los que entonces nos arrebató el cambio climático. Algunos se preguntan para qué. ¿Para qué va a ser, hombre? Para comérnoslo a la parrilla. No va a ser por la lana. El mío, poco hecho. Si no fuera por estas compensaciones, ¿quién coño iba querer ser Rey, y encima de España?
La receta. Descongelar un solomillo de mamut o elefante y pasarlo por la picadora. Meter el picadillo bajo la silla de montar y cabalgar tres horas, bajo un sol de justicia, por la terrible estepa castellana. Sazonar y condimentar al gusto y servir con pan de centeno.
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Edible Animals VI>>

3 comments:

  1. Y el próximo rey todavía es peor: ni siquiera ha ha matado a un hombre.

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  2. Dale tiempo. Pero ¿reinará Felipe VI, siquiera de iure? No creo, pero me gustaría equivocarme. Con las brutales tensiones centrífugas a que estamos sometidos, sin una Monarquía este país se va a la mierda, porque no tiene otro símbolo de unidad que la sustituya. Más que un mal menor, me parece un asidero.

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  3. el Recortador12/05/2012, 08:51

    Según unos concluyentes estudios de Manuel Montoro, catedrático de la Universidad Complutense de Baleares, los elefantes no existen, se extinguieron en mayo de 1968. Los ejemplares de los que hoy se tiene noticia son producto de alucinaciones por ingestión de una raiz parasitaria: la Detrita Borbónica

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